Juan Sebastián Pantoja Hurtado.
Cuán enorme sea el
universo, de misma proporción es el egoísmo humano, sociedad es el término que
se le ha otorgado, pues bien, le llaman a la mera sumatoria de individuos que
conforman colmenas crudas, condensadas de miel producto de la sangre derramada
por otros. La muerte ya no da pasos certeros en busca de sabios y suspicaces
hombres, ahora la muerte junto a su opulento dios la impunidad se pasean por
doquier, arrebatando lo que se presumía era valioso.
“Y tienes que
comprar ataúd así lo pienses cremar. Meten al muerto en el ataúd, y al ratito
lo sacan para cremarlo en pelota. ¿Y el ataúd? ¿Qué pasa con el ataúd? Hombre,
si no te lo quieres llevar a tu casa para usarlo como cama, lo donas para los
pobres y se lo dejas a la funeraria. La cual, no bien sales con el rabo entre
las patas, se lo vende como nuevo al próximo muerto que llega. ¿Y los pobres?
Que coman mierda los pobres, que los entierre su madre. ¿Y el gobierno? ¿No
interviene en semejante abuso el gobierno? ¡Claro que interviene! Manda a un
funcionario a que vigile a la funeraria, y el funcionario le saca mordida a la
funeraria. Para nacer y morir, para comer y cagar el ciudadano en México tendrá
siempre enfrente a un funcionario extendiendo la mano. O a un policía. Pero el
país funciona bien. Con mordida todo fluye: el tráfico de los carros, la venta
de electrodomésticos, la circulación de la sangre, las putas del presidente,
los pasaportes de los que viajan, los entierros de los que se van… La mordida
es un invento genial. Como la rueda.” 1
En palabras de
Fernando Vallejo, puede más que vislumbrarse que el error más grande de la
naturaleza es el hombre, desde el mismo momento en que lo engendró, este no ha
cesado de barbarie. He ahí el egoísmo, la premisa fundada en la esencia del
hombre. La armonía de la cual presumen muchos se debe en principio a todas las
decadencias que está dispuesto a cometer. La oscura silueta se apodera de lo
que se cree es una sociedad, ladrones, asesinos, terroristas, bufones, corruptos,
violadores, estafadores, secuestradores, sacerdotes que dictan moral en
ostentosas catedrales después de cometer aberrantes acciones contra niños, contrabandistas
en tónica de compartir, suplir cualquier demanda prohibida y mercancía barata, todos
amparados bajo la gruesa y sedosa capa de la justicia, que empuña en sus manos
las letras doradas de la impunidad, con ojos vendados permanece, para lavarse
las manos una vez haya concedido exclusiones al mejor postor, sostiene la
balanza del desdén, símbolo del poder que le otorgan los mortales en honor al
cinismo de su justicia, recubierta por leyes escritas con el ánimo de
infringirse puesto que no existe ninguna que sea acatada. De igual modo y ante
cualquier circunstancia, la naturaleza humana que no es otra más que la egoísta,
opera de manera precisa, más si se trata de economía, ¿O es que acaso las
ganancias no son de igual proporción a las pedidas de otros? Si ven con
minuciosidad, notarán que las riquezas de países “desarrollados” provienen de países a los cuales el capitalismo
arrasó sin mayor cuidado, les extrajo cuanto pudo, y por tanto sus campos que
solían ser verdes con frutos rojos ahora yacen estériles, desérticos y el rojo
de sus frutos se marchitó.
“El lugar más hermoso, es aquel donde el hombre no ha
llegado.” Js.
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1.
Vallejo, Fernando. (2001). El
desbarrancadero, Alfaguara S.A, Buenos aires, p. 133.
Que bien lo que escribes, me encanta la manera en que traes a colacion a Vallejo, super bien broo !!
ResponderBorrarEspero poder continuar redactando de tal forma. Gracias José.
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