lunes, 1 de septiembre de 2014

¿La generalización de la virtud lleva a la destrucción de la propia sociedad y por el contrario los vicios privados, el egoísmo y la avaricia, generan el progreso y el beneficio público?

Michelle Lisseth Espinosa Martínez


Mandeville, en su obra “La fábula de las abejas” representa a la sociedad humana en forma de colmena, en donde reinan los vicios y las virtudes. Según Mandeville desde el punto de vista económico las virtudes no sirven para estimular la economía, para generar riqueza y por tanto son malas porque perjudican el bien común de la sociedad. Por el contrario los vicios privados generan riqueza, progreso y por tanto son un beneficio público. Los diferentes vicios, el egoísmo, la avaricia, la ambición, la hipocresía son las bases fundamentales para la constitución de la sociedad. Vivimos en un mundo sustancialmente egoísta, en donde la mayoría de personas no está dispuesta a sacrificar voluntariamente sus propios intereses en favor de los demás, en donde solo se busca la satisfacción de intereses personales sin considerar el bien o el mal que puedan acarrear los demás.

Mandeville, además sostiene de manera explícita en la fábula que los asuntos comerciales serían más prósperos cuanto menos regulados estén por el gobierno; que las cosas tienden por si mismas a encontrar el equilibrio que mejor les conviene; el mercado libre es capaz de coordinar por sí mismo los distintos intereses particulares, resultando de esto una asignación optima de los recursos y, en definitiva, el máximo bienestar de la sociedad entera. En relación a esto Adam Smith en la riqueza de las naciones plantea que la mejor forma de emplear el capital en la producción y distribución de la riqueza es aquella en la que no interviene el gobierno, es decir, en condiciones de laissez-faire y de libre cambio. Afirma además que el ser humano, en lo que respecta al ámbito económico, se mueve principalmente de forma egoísta, es decir, por su interés individual, y que ese egoísmo es el que actuara de motor para el crecimiento económico. Sin embargo la riqueza creada, no se hallara concentrada en las manos de unos pocos sino que de ella se beneficiara la mayoría de la población. Y todo ello en un marco económico que se caracteriza por un mercado regido únicamente por sus leyes naturales, las de oferta y demanda, sin la intervención del estado. Para defender este concepto de un gobierno no intervencionista Smith estableció el principio de la “mano invisible”: todos los individuos, al buscar satisfacer sus propios intereses son conducidos por una “mano invisible” para alcanzar el mejor objetivo social posible. Por ello, cualquier interferencia en la competencia entre los individuos por parte del gobierno será perjudicial.

Mirémoslo desde el punto de vista del mercado, donde cada persona al buscar su propio interés económico (egoísmo), esta intenta obtener el mayor beneficio posible y para ello tratara de producir los mejores bienes posibles y por lo tanto de hacerlo lo más barato posible, debido a que existen muchos otros productores y vendedores (competencia). Y por lo tanto al haber mayor intercambio y  mejor producción de bienes disponibles y más baratos se eleva el nivel de vida de la población. En fin, el mercado se regula a sí mismo en beneficio de la mayoría, y, en principio, cualquier intervención estatal, por muy bienintencionada que esta sea, desequilibrara el funcionamiento natural de aquel e impedirá el crecimiento y distribución de la riqueza.

En conclusión lo que Mandeville nos quiere mostrar es que aquellas pasiones las cuales todos decimos avergonzarnos son, precisamente, las que constituyen el soporte de la sociedad prospera.


A más vicios privados, más prosperidad pública.

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