lunes, 27 de octubre de 2014

¿Qué hay de la clase baja?

Jhonatan Sánchez

Estamos en una sociedad en la cual la mano de obra está calificada y pagada a través de un salario. No podemos ignorar el hecho de que en muchas ocasiones el salario con el cual es pagada esa mano de obra es sencillamente miserable. Somos seres humanos y necesitamos suplir necesidades básicas, sin embargo esto no significa que las condiciones de vida tengan que ser deplorables.

Ricardo en su obra nos plantea la relación por la cual se remunerará la mano de obra. Hay que tener en cuenta que la mano de obra, según éste autor no es un sector social que necesite gozar de mayores privilegios o mejor dicho, de bienes lujosos y cuya obtención sea exclusiva. Los trabajadores sólo se verán en la necesidad de tener comida y un vestido que les garantice la proliferación de sus familias, asegurando a su vez que la clase trabajadora se multiplique y que así no exista una crisis a futuro por escasez de la mano de obra. Estas son las condiciones que debe suplir un empresario a sus trabajadores.

Según lo anterior, claramente se puede percibir el juego de beneficios que trae para un empresario el hecho de que sus trabajadores no tengan que contar con unas condiciones óptimas de vida, sino que más bien deban esperar un salario precario que les garantice su subsistencia. Pero ante esta situación Ricardo también nos plantea los pros que puede percibir la mano de obra- de una manera despectiva y subestimada, se pretende que los seres humanos sean una mercancía más la cual se compra y se vende-. “Cuando el precio del mercado de la mano de obra excede su precio natural, la condición del trabajador es floreciente y dichosa, y puede disponer en mayor proporción de los productos esenciales y de los goces de la vida y, por ende, criar una familia sana y numerosa.”

Es entendible que este planteamiento y esta forma de pensar se tuvieran en el siglo XVIII, en donde todavía se esperaba que los trabajadores sobrevivieran. Lo realmente incomprensible es que el sistema capitalista adoptara este modo de relación salarial y dejara a un lado la dignidad de la persona. Se sabe que la ética capitalista es en sí misma déspota e irreverente, en donde no interesa por encima de quien se tenga que pasar para lograr los objetivos propuestos…pero ¿dónde queda la clase baja? Esa clase que por lo visto y de acuerdo a los esquemas de nuestra sociedad, aún hoy en pleno siglo XXI, no tiene ni voz ni voto. Se supone que este es el tiempo donde mejor se puede vivir, el tiempo en que los neoliberales nos hablan de desarrollo a cada instante, el tiempo de los grandes avances arquitectónicos y paradójicamente el tiempo de las casas de barro; el tiempo de las redes sociales y a la vez de lugares sin electricidad. El tiempo en el que crece la industria a niveles estrafalarios y escasea cada vez más el agua.


Estas comparaciones han sido puestas para dar un bosquejo global de la situación actual de nuestra sociedad, para que se manifieste la desigualdad que el sistema implanta al poner un salario que no garantiza buenas condiciones de vida sino que empeora las mismas. Por lo visto, este fenómeno no importa si suben las tasas de utilidad y si el consumidor aumenta la demanda de los productos que cada día invaden el mercado. La clase que trabaja matándose para conseguir un salario mínimo; el mismo salario del cual nos habla Ricardo, no percibe los frutos de su trabajo como sí lo haría un funcionario público. No se trata de querer lograr un sistema socialista como bien diría Marx, de alcanzar una utopía como el comunismo, no. Se trata de que estamos sumergidos en un sistema cuyos principios en sí mismos son inhumanos pues fomenta el individualismo y el crecimiento propio a costa del empobrecimiento de otros. No se logra un cambio de la noche a la mañana, pero se puede lograr un cambio en esas estructuras injustas si al menos una pequeña parte de quienes controlan el poder pudiera concientizarse de los daños que trae no solo para la humanidad sino para el planeta ese deseo insaciable de querer acaparar cada vez más lo que se les plazca. Si tanto se nos habla de desarrollo, debemos saber que éste no puede estar en contra de la felicidad humana sino a favor de la misma. 

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