“Dame
lo que necesito y tendrás lo que deseas…”
Pareciera ser que la división
del trabajo es uno de los logros más grandes de la humanidad, pues en el
concepto teórico de Smith lo glorifica y es prácticamente el pilar principal de
la sociedad que permite la satisfacción de necesidades de una forma más
práctica y ágil. Todo este proceso de división del trabajo se ve favorecido “por la propensión de la naturaleza humana a
permutar, cambiar o negociar una cosa por otra” [1]. Esto lo afirma
porque ningún ser humano es tan integral y completo como para recolectar o
producir todo lo que requiere para su bienestar; pero teniendo en cuenta sus
limitaciones el sujeto puede dedicarse a un oficio en particular, al cual
dedicarse la mayor parte de tiempo de trabajo, para especializarse en él así
creando excedente y estos intercambiarlos con otros sujetos que estarían en una dinámica similar.
Es innegable que la división
del trabajo ha traído grandes beneficios, pues de otra manera no gozaríamos de
la multiplicidad de comodidades que tenemos en la actualidad como el
transporte, la comunicación, la concentración de alimentos en lugares
estratégicos, la comodidad de comprar ropa. La posibilidad de especializarse en
algo, poder entrar en el mercado para transar lo que me sobra para adquirir lo
que me falta. Pero- este es uno de esos texto predecibles donde se intuía que
aparecería un “pero”- la cuestión está a costo de quien y de que se logra esos
beneficios y prosperidad.
En la primera ola había la producción
y consumo fundidos en uno y era difícil poder
identificar el uno del otro, pues no había concepto para las dos actividades.
En la segunda Ola se puede identificar la cuña invisible de Toffler, donde es
evidente que se es productor o consumidor, pero no las dos al tiempo -A
diferencia de las personas que se quedaban haciendo los oficios domésticos o
practicando la agricultura en el campo,
pues conservaban su actividad de prosumidor- generando una interdependencia cada vez más
elevada uno de otros. La interdependencia se va complejizando a medida que se
entraba en un proceso industrial más complejo, a tal nivel que se es
dependiente de lo que se esté produciendo al otro lado del mundo.
La interdependencia causada
por la división del trabajo aumento los niveles de producción estrepitosamente,
gracias a la especialización excesiva de cada uno de los trabajadores, llevando
al extremo posible los anhelados sueños de Smith de ver un operario para cada
uno de los procesos de fabricación de cualquier bien, para así optimizar y
aumentar la producción, pero en detrimento de la disminución de habilidades de
los obreros, pues solo y exclusivamente se dedicaban a un trabajo por horas y
horas, no tenían la posibilidad de potencializarse en otras áreas de
conocimiento, se restringía al máximo la posibilidad de comprender otra
actividad o al menos conocer de otra y poderla ejecutar.
Quizá por estar en la
explosión de la revolución industrial quería que los humanos se convirtieran en
máquinas en beneficio de la humanidad, del crecimiento de la riqueza. El costo
a pagar es la mecanización de niños, jóvenes, adultos y ancianos cuyo destino
lo fabricaban los dueños de las grandes industrias; es la especialización, de
la especialización, de la especialización de personas que ya no se diferencian
entre maquinas o humanos. Otros vientos soplan y la mano de obra es transmutada
por maquinaria optimizando mucho más los procesos. Ahora los problemas son
otros y más severos, aún.
A continuación un fragmento de
la “La Tercer Ola” de Alvin Toffler
explicando, según en la autobiografía de Ford, cuantos obreros se necesitaban y como se podían usar para la fabricación de
los ‘modelos T’ “no se necesitaban 18 operarios diferentes para terminar una
unidad, sino 7.882. […] de estos 7.882 trabajos especializados 949 requerían “hombre
fuertes, de complexión robusta y condiciones físicas casi perfectas”, 3.338
necesitaban hombres de fuerza física simplemente “ordinaria”; la mayoría de los
demás podían ser realizados por “mujeres o niños mayores” y, continuaba
fríamente, “descubrimos que 670 podían ser realizado por hombres sin piernas,
2637 por hombres de una sola pierna, 2 por hombres sin brazos, 715 por hombres
de un solo brazo y 10 por ciegos” Toffler concluye que el trabajo especializado
no requiere personas completas, sino solo una parte.
Esto es para los trabajos
físicos, pues otra cuestión es la especialización de la academia, que también
tiene unos grandes costos.
¡Hola!
ResponderBorrarComo sabemos, la división del trabajo incrementa en altos niveles la productividad, ya que mejora la destreza de cada operario, se producen muchas mas cantidades, se ahorra tiempo y el ingenio pasa a tener un papel fundamental dentro de las instituciones.
Lo que motiva la división del trabajo es esa propensión que tenemos los seres humanos a cambiar o a negociar.
Podemos decir que ha sido uno de los grandes avances para la historia económica y productiva de los países el hecho de que se haya dado una especialización, mecanización y tipifican en casi todos los procesos productivos que conocemos, nos trajo muchas ventajas y es algo de lo que no podemos prescindir actualmente. Ubicados en un mundo que pide una alta efectividad tenemos que buscar la mejor manera de generar algo de calidad pero en el menor tiempo, por ésta razón, la división del trabajo es tan importante.
Por cierto, la primera ola padecía de una economía natural, por esta razón lo que se producía se consumía, es diferente a no poder establecer diferencias en ésta época tal y como lo planteas.
Saludos :D