miércoles, 21 de septiembre de 2016

LIBERALISMO ECONOMICO


Una característica del liberalismo económico es la que indica al estado que debe dejar hacer dejar pasar, es decir no intervenir. El mayor abanderado de esta idea Bentharn: el gobierno no puede hacer más que lo que podría hacer para aumentar el deseo de comer y de beber. Su intervención es perfectamente inútil y agrega: los impuestos no deben tener otro objeto que su objeto directo: el de producir una renta disminuyendo el gravamen tanto cuando sea posible. Cuando se quiere hacerlos servir como medios indirectos del estímulo o de restricción para tal o cual especie de industria, el gobierno, como lo hemos visto ya, no consigue más que desviar el curso natural del comercio y dar la dirección menos ventajosa a los negocios.
¿Cómo es que esta libertad económica absoluta puede regular la economía de una nación?
Mediante la ley de la oferta y la demanda que los liberales clásicos consideran una ley natural, como la que regula el ciclo de las estaciones o la ley de la gravedad. Cuando un producto es demandado por la gente en cantidades superiores a las existentes el precio sube. Al subir algunos compradores se retaren y destinan su dinero a otros productos. Al ver esos precios más altos, los poseedores del capital invierten en producir esa mercadería que ahora se ha vuelto muy rentable y por su competencia hacen que el precio baje. De esa manera la ley de la oferta y la demanda no solo regula el precio de las mercaderías sino que reasigna el uso de los capitales y la mano de obra de aquellos que más demandan los consumidores cuando el estado interviene fijando el precio de un producto, o colocando impuestos diferenciales a determinadas mercadería, destruye ese equilibrio natural y determinados productos sobraran y otros escasearan. Cada vez que se fijan precios máximos, se produce desabastecimiento.
Las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, son la mano invisible que rige el mundo económico y a la larga equilibran la producción y el consumo  de los diversos artículos. Toda la barrera artificial, incluso entre las naciones, que dificulte las leyes de mercado, deber ser abolida, se postula el incremento del comercio internacional, principio que calza perfectamente con las necesidades de las potencias industriales.
Para decirlo en términos más modernos, el estado se debería limitar a mantener el orden y hacer cumplir los contratos que las partes firmen libremente. Todo lo demás debería quedar librado a las leyes de la economía. Cada individuo deberá trabajar y ahorrar para educar a sus hijos, para enfrentar enfermedades y accidentes y para mantenerse en la vejez y la invalidez.
El pensamiento liberal centra su preocupación en la trilogía ganancia, ahorro, capital. El interés individual y el social coinciden siempre, asegura Adam Smith; más lejos llega Malthus cuando condena la asistencia a los desvalidos por ser perjudicial para la sociedad; la felicidad general no sería posible “si el principio motor de la conducta fuera la benevolencia”.


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