lunes, 5 de septiembre de 2016

La trampa astuta de Mandeville


Por: Jorge Rivadeneira
‘No pudo la muerte vencerme. Batallé y viví. El cuerpo infatigable contra el alma, al blanco vuelo del día. En las ruinas de Troya escribí: ‘Todo es muerte o amor’, y desde entonces no tuve descanso. Dije en Roma: ‘No hay dioses, sólo tiempo’, y desde entonces no tuve redención. Callé en España, pues la voz de ira desafiaba al olvido con mis tuétanos, mis humores, mi sangre; y desde entonces no ha cesado el incendio. De reposo, le sirva tierra extranjera al héroe. Cante fresca hierba como abeja del polvo por sus párpados. Yo no me rindo: quiero vivir cada día en guerra, como si fuera el último. Mi corazón batalla contra el mar.’ Poema escrito por Jorge Gaitán Duran (1924-1962).
La sociedad de Mandeville es un constructo distinto a la sociedad de Hobbes, la sociedad de Hobbes está encabezada por un gigante, quien controla las interacciones sociales y lleva a base de fuerzas normativas a la mansedumbre de individuos que son, por naturaleza, dañinos. En contraste, la sociedad para Mandeville consiste en la existencia de una trampa astuta, en una unión de pequeños poderes, de pequeñas fuerzas, de pequeños individuos. Así pues, podemos asistir al espectáculo descriptivo e histórico de nuestra propia domesticación como individuos sociales, al trazar la trampa social de Mandeville.
El primer paso que debió ocurrir para tejer lo que se podría llamar ‘la trampa astuta, fue el de hacer creer al hombre salvaje que se encontraba en un nivel superior al del resto de animales, mediante la adulación a ciertas, y quizá, simuladas virtudes; su inteligencia, su sagacidad, y su evidente racionalidad, así pues, el conjunto de individuos fueron acercándose más y más a éste grupo de ideales espectrales, uno por uno, como abejas que se posan en la miel para después ahogarse en ella. Los individuos que se acoplaban a los mencionados estándares conformaban un grupo selecto, jactándose de haberse alejado de las bajas pasiones, del estado natural, estos mismos, una vez asentados en sus costumbres e ideas fantasiosas de ideales superiores, se daban cuenta de que habían sido víctimas de un paraje que en realidad no existía, habían sido timados, no obstante era ya muy tarde para dar marcha atrás, así pues, reticentes a reconocer su nuevas costumbres de civilización como equivocadas, se dedicaban a la tarea de encontrar nuevas individuos para que cayeran junto a ellos, en la trampa social. Uno a uno, fueron hundiéndose en el engaño, hasta que el estado salvaje del hombre quedo relegado a la historia, como un irreconocible retrato de un pariente lejano que jamás se conoció.
Lo escribió Rousseau en su libro ‘El origen de las desigualdades entre los hombres’, el estado deseable del hombre es el natural, donde impera la libertad, pues la emancipación que promulga cualquier constructo social, es, en el mejor de los casos, un mal bosquejo de la libertad que se gozó en el estado natural. El estado deseable del hombre es el natural, pues un hombre civilizado es sinónimo de un hombre cruel. La característica fundamental de un hombre en el estado natural es la de la piedad, de la misericordia, mediante la cual, un individuo le evitara el dolor a un semejante cuando esto se encuentre dentro de sus posibilidades. El hombre civilizado, social, es un constructo social, un ente alejado del estado natural, con su actuar, en esencia descompuesto.
Este tipo de análisis, dan cabida a la integración de otros fenómenos sociales y al estudio prolongado de los mismos, a saber; fenómenos en donde las víctimas son ingenuas forjadoras de sus propias cadenas.

Nota final: El anterior texto fue construido en base al relato ‘Deconstruyendo a B. Mandeville’, escrito por Gongal Mayos.



Referencias bibliográficas y de la web:

https://es.scribd.com/doc/290571860/La-fabula-de-las-abejas-1-pdf

1 comentario:

  1. Buenas noches.
    Tu texto está estrechamente relacionado con la formación integral de la sociedad contemporánea. Es interesante sin embargo, ver como la sociedad actual no se presenta como un logro último, ni como una meta lograda, sino como una trampa en la que ha caído la raza humana. Cabe preguntarse si en lugar de avanzar estamos retrocediendo paulatinamente. También es interesante observar como a un autor a primera vista económico se le pueden dar distintas interpretaciones con diferentes variantes.
    Buen texto. Atentamente Esteban Lopez.

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