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De nuestra vida
cotidiana se derivan planteamientos simples para poder entender un poco más la
economía, por ejemplo, uno de ellos es que simplemente si excedemos el uso de un
solo par de zapatos sin turnarlos con otros, lo que finalmente obtendremos es
un desgaste a largo plazo irreparable, llevando a la inutilidad total de tal
par de zapatos.
En este caso, ¿Qué
pasa si el factor principal de producción es la tierra?
Por esta misma línea, se puede contextualizar
la ley de rendimiento decreciente por parte de David Ricardo, que
principalmente desarrolla una teoría bastante acertada: “en la
medida que se intensifica la mano de obra o el capital, el rendimiento va
siendo cada vez menor”, es decir, algunos productores podrían pensar que para
aumentar la producción o el crecimiento económico basta con aumentar la
cantidad de factores o la eficacia de un solo factor, generalmente esto no es
tan cierto, pues a medida que vamos aumentando la cantidad de un factor de
producción ya sea la tierra, trabajo o capital y mantenemos el resto
constante, la producción adicional que vamos obteniendo va decayendo.
Este fenómeno es lo que se denomina ley de rendimientos decrecientes, esto refleja el hecho de que
los factores se van haciendo menos productivos cuando no tienen otros factores
con los cuales ser combinados.
La explotación agraria – agrícola, es una de
las actividades que forma parte del sector primario en la economía, la tierra,
principal protagonista en este caso, más que protagonista es la victima
primordial de dichas explotaciones. Independientemente de que la explotación sea
directa por parte de sus propietarios, o indirecta por parte de arrendatarios,
la explotación intensiva es el arma mortal digámoslo de esta manera, que acaba
con la naturalidad de la tierra. En la explotación intensiva el uso de productos
químicos, como fertilizantes hasta combustibles de petróleo consiguen obtener
un “mejor cultivo”, sin embargo, conscientemente este proceso se ha llevado a
cabo con un sinfín de objetivos económicos sin importar las consecuencias
ecológicas que esto contrae.
De este modo, la ley de rendimientos
decrecientes es más que palpable en estos casos, pues al querer aumentar la
producción de manera exagerada se ha utilizado en la siembra, a la tierra como
factor indispensable pero más que eso, como único y mayor proveedor de
ganancias a empresas nacionales o extranjeras, creyendo que la utilidad de la
tierra es infinita, debido a este problema se ha prolongado el uso
incontrolable de esta, llevándola al desgaste máximo y por consecuente al
deterioro ecológico.
Finalmente, aunque existe el derecho agrario que incluye
las normas reguladoras de las relaciones jurídicas relacionadas a la
agricultura, no se ha podido obtener un control lo suficientemente eficaz como
para considerar a la tierra un elemento económico a salvo de empresas
explotadoras.
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