domingo, 23 de octubre de 2016

David Ricardo: Ley de rendimientos decrecientes.


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De nuestra vida cotidiana se derivan planteamientos simples para poder entender un poco más la economía, por ejemplo, uno de ellos es que simplemente si excedemos el uso de un solo par de zapatos sin turnarlos con otros, lo que finalmente obtendremos es un desgaste a largo plazo irreparable, llevando a la inutilidad total de tal par de zapatos.
En este caso, ¿Qué pasa si el factor principal de producción es la tierra?
Por esta misma línea, se puede contextualizar la ley de rendimiento decreciente por parte de David Ricardo, que principalmente desarrolla una teoría bastante acertada: “en la medida que se intensifica la mano de obra o el capital, el rendimiento va siendo cada vez menor”, es decir, algunos productores podrían pensar que para aumentar la producción o el crecimiento económico basta con aumentar la cantidad de factores o la eficacia de un solo factor, generalmente esto no es tan cierto, pues a medida que vamos aumentando la cantidad de un factor de producción ya sea la tierra, trabajo o capital y mantenemos el resto constante,  la producción adicional que vamos obteniendo va decayendo. Este fenómeno es lo que se denomina ley de rendimientos decrecientes, esto refleja el hecho de que los factores se van haciendo menos productivos cuando no tienen otros factores con los cuales ser combinados.
La explotación agraria – agrícola, es una de las actividades que forma parte del sector primario en la economía, la tierra, principal protagonista en este caso, más que protagonista es la victima primordial de dichas explotaciones. Independientemente de que la explotación sea directa por parte de sus propietarios, o indirecta por parte de arrendatarios, la explotación intensiva es el arma mortal digámoslo de esta manera, que acaba con la naturalidad de la tierra. En la explotación intensiva el uso de productos químicos, como fertilizantes hasta combustibles de petróleo consiguen obtener un “mejor cultivo”, sin embargo, conscientemente este proceso se ha llevado a cabo con un sinfín de objetivos económicos sin importar las consecuencias ecológicas que esto contrae.
De este modo, la ley de rendimientos decrecientes es más que palpable en estos casos, pues al querer aumentar la producción de manera exagerada se ha utilizado en la siembra, a la tierra como factor indispensable pero más que eso, como único y mayor proveedor de ganancias a empresas nacionales o extranjeras, creyendo que la utilidad de la tierra es infinita, debido a este problema se ha prolongado el uso incontrolable de esta, llevándola al desgaste máximo y por consecuente al deterioro ecológico.

Finalmente, aunque existe el derecho agrario que incluye las normas reguladoras de las relaciones jurídicas relacionadas a la agricultura, no se ha podido obtener un control lo suficientemente eficaz como para considerar a la tierra un elemento económico a salvo de empresas explotadoras.

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