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Si hoy, por un momento,
en lugar de admirar y maravillarnos con los aportes de los personajes que
aparecen en nuestros libros y textos de economía nos sentamos a preguntarnos y
a analizar de dónde viene y cómo se formó ese cuerpo de conocimientos en
materia económica que parece cada vez más insondable conforme profundizamos el
estudio, tendríamos inevitablemente que sumergirnos en otro campo de estudio
que es igual o más complejo, pues sólo la filosofía, y concretamente la filosofía
del conocimiento humano o epistemología nos mostraría un panorama más realista
del intrincado proceso que han seguido los historiadores del pensamiento para sentar
las bases que hoy los estudiantes manejamos a diario y los buenos profesionales
de la economía conocen bien. En dicho proceso, es de destacar el papel del
proceder metodológico pues ha determinado de manera significativa el devenir
del pensamiento económico como tal. La escogencia de una metodología específica
a seguir puede encauzar o alejar a alguien de unos buenos resultados en su
trabajo. Los estudiosos del campo económico saben que multiplicidad de
metodologías han hecho su aparición en algún punto de la historia.
Hablando de historia
económica, podemos remitirnos a la “época preclásica” donde el concepto de
economía como hoy lo conocemos aún no estaba desarrollado, pero el factor
económico existía dada su condición de inmanencia con la sociedad. Las civilizaciones
tempranas estuvieron más dispuestas a tratar el comportamiento fáctico de la actividad
económica antes que un análisis formal y abstracto de la misma. Es una cuestión
metodológica importante que resaltar. Los aportes intelectuales de los pensadores
chinos, griegos, árabe-islámicos y escolásticos se correspondían con la
organización económica de la sociedad y los problemas del momento; su intención
no era la construcción de grandes teorías o sistemas generales. Por tal razón, y
dada la ausencia de un sistema de mercado, ubicaron a la autoridad como
mecanismo central de asignación y luego se enfocaron en examinar cuestiones
relativas a la justicia, la calidad de vida, la equidad y algunas otras más filosóficas.
Después, con los mercantilistas, y el énfasis que dieron al comercio internacional
para la consecución de riqueza y poder, fue desarrollándose la comprensión
analítica de los efectos de la balanza comercial y la oferta monetaria, es
decir una economía que incorporaba el sistema de mercado. Liberados ya de la
presión feudal y eclesiástica, empezaron a ampliar la visión para entender a la
economía como un sistema complejo con sus propias leyes e interrelaciones. Ha
llegado a considerarse el mercantilismo como la época de origen de la economía
científica; pues el análisis progresó de tal manera que, por vez primera,
reconocieron la posibilidad de descubrir leyes económicas mediante métodos
empleados en las ciencias físicas. Los fisiócratas, más tarde, continuaron
apoyando la premisa de que la economía podía estudiarse formalmente,
desarrollaron una nueva metodología abstracta que ponía de manifiesto la
interdependencia entre sectores de la economía y desarrollaron además los
primeros modelos económicos. Pero fue hasta Adam Smith y la consecuente época
clásica, tan influida por los desarrollos científicos tempranos derivados de
Newton, que la economía empezó a cobrar status de ciencia social.
Detenernos en este
punto y revisar hacia atrás todos los avances, las propuestas, las
rectificaciones, en fin, la historia que ha tenido que acaecer para llegar al
lugar donde estamos, posiblemente nos incline a abrazar una noción como la que
predicaron los agentes del industrialismo en la segunda ola toffleriana según
la cual el progreso es un destino, “un subproducto de designios económicos
privados”. Sin embargo, en nuestro afán de comprender el pasado y con ello el
presente no es sensato pensar que hemos escalado hasta el cenit de la evolución
económica. A día de hoy, lo corriente es que la economía sea vista como una
ciencia positiva, porque ella misma se lo ha buscado, se ha tomado demasiado en
serio la metodología formal y abstracta, casi sacrificando los análisis de
carácter normativo por la virtud de un título científico. Así ha “funcionado”
durante largo tiempo, pero ¿será necesario recuperar alguna de las actitudes
éticas y morales de los primeros pensadores de la época preclásica? ¿Con qué
criterio juzgamos épocas previas de la historia si los años más recientes nos
han mostrado una tendencia tan marcada a la indiferencia frente a aspectos que
conciernen a la sociedad misma y tras de ello, las asunciones que han gobernado
parecen no funcionar como garantizaron? Con mi aún corta formación académica no
podría arriesgarme a indicar hacia dónde debemos marchar pero es esperanzador
ver que se extienden cada vez más apuestas a importantes cambios estructurales,
y será un privilegio ser testigo e incluso más…
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