Christian Valenzuela Ojeda
Si entramos al punto de por que la economía neoclásica a un sigue vigente
debemos entender que El
cuerpo teórico de lo que se conoce por economía neoclásica, o en términos más
restringidos economía marginalista, comenzó su andadura en 1870 con lo que Maurice
Dobb bautizó como revolución jevoniana. Tras la aportación tan importante de
Jevons, se hicieron por varios autores, de distintos países y en años
diferentes, contribuciones muy valiosas que configuraron lo esencial de los
principios de una escuela que dominó el pensamiento económico hasta 1936. Desde
entonces no desaparece ni mucho menos, pero determinados supuestos se vinieron
abajo con la crisis de los años treinta y con la aparición de la economía
keynesiana. Su capacidad de supervivencia, en todo caso, es grande, pues sus
supuestos básicos, aun cuando haya habido cambios y modificaciones, se siguen
impartiendo en las facultades de economía de todo el mundo como el cuerpo
teórico fundamental de la ciencia económica.
Si a hora
miramos a los neoclásicos como teoría que domino por un cierto periodo de
tiempo entonces podríamos mirar la realidad de su éxito Por un lado, se debe a su rigor y a que ha conseguido una
elegancia formal que le concede una apariencia científica similar a las
ciencias experimentales. Asimismo el pensamiento neoclásico ha respondido a los
nuevos desafíos haciendo todos los esfuerzos posibles para absorber los nuevos
desarrollos dentro de la vieja teoría. Además, tiene un núcleo unificador que
no resulta igual en las teorías que la tratan de combatir. Hay propuestas
alternativas pero diferentes entre sí y a su vez debaten entre ellas. Todo lo
cual le concede al pensamiento neoclásico una ventaja adicional muy
considerable.
Por otro lado, otro hecho muy significativo es que la teoría neoclásica es cómoda para la sociedad en la que vivimos, y sobre todo para el poder establecido y la academia, al plantearse como neutra, no cuestionar el orden establecido y no entrar en consideraciones acerca de las clases sociales, relaciones de dominación y dependencia, subordinaciones y marginaciones, concentración económica, desigualdad, relaciones de poder, institucionales y estructurales. Estas cuestiones, entre otras, no se consideran objeto de la economía sino que son más propias de otras ciencias sociales, tales como la sociología, la política o la antropología. Todo lo cual nos conduce también a plantear cuáles son las fronteras de lo económico. La economía neoclásica las restringe demasiado.
Por otro lado, otro hecho muy significativo es que la teoría neoclásica es cómoda para la sociedad en la que vivimos, y sobre todo para el poder establecido y la academia, al plantearse como neutra, no cuestionar el orden establecido y no entrar en consideraciones acerca de las clases sociales, relaciones de dominación y dependencia, subordinaciones y marginaciones, concentración económica, desigualdad, relaciones de poder, institucionales y estructurales. Estas cuestiones, entre otras, no se consideran objeto de la economía sino que son más propias de otras ciencias sociales, tales como la sociología, la política o la antropología. Todo lo cual nos conduce también a plantear cuáles son las fronteras de lo económico. La economía neoclásica las restringe demasiado.
Lo que
queda claro es que, aunque dominante, no es la única teoría existente, ni el
único enfoque que se puede hacer. La controversia existe en la ciencia
económica. El limitar el conocimiento económico sólo a la economía neoclásica
restringe en exceso la capacidad de los economistas para entender la dinámica
de la complejidad de lo real, así como dificulta la capacidad de predecir
hechos como la crisis actual. Los fallos que en este sentido han tenido los
economistas no son ajenos a su formación teórica, al igual que sucedió en los
años treinta. De aquí se deduce que las proposiciones que se pueden hacer para
salir de la crisis tampoco resulten muy acertadas desde estos planteamientos
teóricos. Así que no es que tantos economistas se encuentren equivocados, sino
que la academia suele ser muy conservadora ante las innovaciones, y sacrifica
la relevancia y pertinencia de los temas por el rigor y la elegancia formal. Es
una manera de ocultar las partes más negras y oscuras de la realidad, con la
incomodidad que ello produce, y desarrollar una ciencia asentada sobre el
conformismo social en la creencia de que si las cosas no van bien, es la
realidad la que falla por no hacer las cosas como señala el marco teórico con
mayor consenso en lugar de adecuar la teoría a los propios hechos.
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